Bases para una buena elección de plan de recuperación de desastre
Los datos de una empresa representan dinero y recursos muy valiosos: la cartera de clientes, la facturación, los sistemas y las aplicaciones que soportan las operaciones cotidianas. La cultura de las organizaciones modernas tiene como uno de sus ejes la valoración del riesgo y la formulación de planes de emergencia, como el Plan de Recuperación tras Desastre (DRP). Las cosas, sin embargo, son menos claras cuando esta preocupación se traduce en programas de uso constante, en la modificación de prácticas y en la asignación de nuevas responsabilidades al equipo del trabajo.
¿Qué hace exitosa la elección de un DRP? ¿Cómo debe la empresa valorar a su proveedor de servicios de recuperación? No hace falta padecer un desastre para valorar el plan de rescate, por eso estas líneas presentan los detalles finos que permiten a la organización, desde las primeras semanas, sentirse satisfecha con su servicio de DRP.
El plan y las características de la empresa
El Plan de Recuperación de Desastre (o DRP por sus siglas en inglés) es una herramienta que permite articular intervenciones, nuevas prácticas y recursos para minimizar las consecuencias de una pérdida de información. La adquisición de este servicio requiere que las empresas tengan una visión clara de lo que implica este programa y que examinen con detenimiento las ofertas de sus proveedores.
Cada empresa tiene particularidades muy específicas, no sólo porque la naturaleza de la información o de sus riesgos puede ser muy variada, sino porque las dimensiones y la estructura organizacional pueden imponer requerimientos considerables para cualquier programa de contingencia. El diagnóstico de la empresa es un proceso complejo y lleno de decisiones relevantes que además exige una interacción fluida y eficiente con el proveedor. Éste no sólo debe implementar un análisis de las necesidades de la empresa y de los riesgos a los que está expuesta, también debe identificar los procedimientos apropiados que se adaptan a las condiciones y las prácticas de la organización.
Por supuesto, la parte medular del plan son, por una parte, los protocolos que serán integrados a las operaciones cotidianas de la empresa y los que serán implementados para la toma de decisiones tras un desastre, y por otra, la infraestructura en la que se resguardará la información de la empresa, y desde la que se lanzaría la recuperación en caso de desastre. Para este fin, el proveedor debe ofrecer un programa que permita a la empresa integrar las prácticas de DRP sin comprometer su propia viabilidad, a la vez que ambas partes deben identificar con nitidez los mecanismos y el personal que participarán en el plan. El proveedor ofrece un aparato de procedimientos estandarizados, y aunque la coherencia y el esmero de éstos son vitales, la experiencia y la habilidad del personal cobra la mayor importancia, pues éste identificará las pautas en que el plan será programado y asesorará al cliente de acuerdo con las características concretas staff de la empresa para distribuir las responsabilidades del DRP.
El aterrizaje del DRP
El DRP es un servicio que se alojará permanentemente en la empresa, impactará especialmente las operaciones más cruciales y requerirá la participación de sus mandos superiores. Por esta razón las empresas deben valorar en su proveedor la experiencia y las habilidades específicas para aterrizar los protocolos, así como para generar procedimientos viables y acordes a la organización.
Las siguientes preguntas pueden optimizar la contratación de un DRP, o permitir que la empresa saque más provecho del que ya tiene:
• ¿Cuál es la experiencia en desastres del personal que aplicará el DRP?
• ¿Con qué frecuencia se debe revisar el DRP de la empresa?
• ¿Qué componentes del DRP corresponden a las características particulares de la empresa?
• ¿Sobre qué miembros de la empresa recaen las responsabilidades del DRP?
• ¿Cómo cambiarán las actividades cotidianas de la empresa tras adoptar el DRP?
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